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El valor del esfuerzo

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Nuestra vida necesita del esfuerzo. Si estás aquí leyendo este artículo es gracias al esfuerzo que estás empezando a hacer, y si llegas al final significa que te has esforzado y que no perteneces al grupo de los “lectores por encima”, que quieren enterarse de todo a golpe de vista.

Tu propia concepción, tu crecimiento, tu nacimiento… fueron gracias a diferentes esfuerzos. Es más: sin esfuerzo, no hay vida. Sin él no hay nada ni en el presente ni en el futuro.




El valor del esfuerzo

El juego de la vida no funciona como un juego de lotería. No es de suerte en suerte y tiro porque me toca. Es de esfuerzo en esfuerzo y adelante.

Y ya que el esfuerzo es tan importante tanto para nosotros como para la convivencia, cuanto antes nos familiaricemos y acortemos distancias con él, mejor.

La experiencia nos demuestra que con esfuerzo todo funciona, fluye y se lleva mejor. Equipos de trabajo, relaciones de pareja, la convivencia y las amistades son ejemplos de ello. Al final, si todo lo asume uno, la cuerda se rompe.

La capacidad de esfuerzo se consigue entrenándola. Cuanto más te esfuerzas, más desarrollas esta capacidad y así el próximo objetivo te cuesta menos. Al final, lo que fue un punto débil puede convertirse en una fortaleza.

Cuando una persona no tiene entrenada esta capacidad siempre encuentra excusas o posterga la obligación. Y esto puede acabar mal.

No es extraño oír a padres que se quejan de la poca capacidad de esfuerzo que tienen sus hijos. Si analizamos ciertas conductas llegaremos al origen del error y entenderemos ciertos comportamientos de adolescentes y jóvenes que luego tendrán la responsabilidad de tomar decisiones importantes en el mundo.

La famosa frase “quita, que acabo yo antes” representa a los padres que prefieren recoger los juguetes porque lo hacen antes y mejor.



 

Algunas pautas para cultivar el esfuerzo

Se necesita esfuerzo físico y mental para conseguir lo que quieres o mantener lo que tienes. Te mostramos unas pautas que te pueden ayudar a no tirar la toalla antes de tiempo:

- Decide qué quieres mantener o conseguir. Un trabajo, llevarte mejor con la pareja, tener más amigos, perder unos kilos, dejar de fumar, comenzar a hacer deporte, pasar de curso, aprender un idioma, que no se amontone la plancha, mantener la mesa ordenada, manejarte mejor en lago relacionado con el trabajo, ser más asertivo, contestar menos y escuchar más… son algunas ideas y todas necesitan esfuerzo. En ocasiones no puedes elegir; las circunstancias son las que te marcan la tarea y tú decides el esfuerzo que quieres dar.

- Sé realista y no te engañes. Nada se consigue en unos días o semanas. Que tus expectativas no se confundan con tus deseos. En la vida uno se tiene que esforzar sí o sí.

- Piensa en acciones concretas, y luego escríbelas y planea con opción de revisión. Adelantarle a tu cerebro las situaciones le aporta margen de maniobra, pues le facilitas el camino, le ordenas. Anota qué necesitas para llevar a cabo tu propósito y ordena las estrategias según importancia y grado de facilidad para llevarlas a cabo y aumentar el compromiso.

- Anótalas de forma visible. Tenerlas sólo en la mente no es sinónimo de seguridad ni garantía. Alarmas en el móvil y los recordatorios en la agenda sirven para tener presente lo que se quiere conseguir. Postergar sólo empeora las sensaciones de incapacidad y de falta de responsabilidad. Hacer aquello que sabes que te hará sentir mal no es útil.

- Visualízate haciendo lo que quieres hacer para que tu mente empiece a funcionar en modo “como si…”. De este modo refuerzas tu mente y tu deseo.

- Paciencia. Piensa en los beneficios que tiene el conseguir lo que te propongas. El esfuerzo necesita tiempo. Juguetea con las emociones que te producirá, cómo lo compartirás y cómo puede influir en tu vida el logro.

- Comparte y pide ayuda. Si los demás saben lo que quieres conseguir y además les afecta para bien pondrán todo de su parte para facilitarte la tarea.

- Apóyate en la esperanza y en el optimismo. Sé entusiasta y pon pasión y actitud en lo que te propones. Actúa como si todo fuera según lo previsto. Relativiza, quita importancia al tropiezo y háblate con cariño, con ánimo y alegría. Avanza pensando que al final todo irá bien. El pesimismo es mal compañero de viaje, pues te desvía de tu ruta.

- No tengas miedo al fracaso y aprende a reinterpretar. Si ante el tropiezo te rindes, nunca conseguirás nada. Analiza el tropiezo y busca el aprendizaje y cómo repercute en lo que quieres conseguir, pero sigue.

- Cree en ti. Las dudas en uno mismo son las mayores trampas. Si te sientes perdedor, serás y pensarás como un perdedor. El cerebro quiere alertarte de peligros, pero al final eres tú quien decides darle el valor justo.

Y tú, ¿te esfuerzas o buscas excusas?





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Fuente: ASXLab

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